martes, 26 de abril de 2011

Un abuso de la estadística

Publicado por Horacio Eichelbaum
26 Abril, 2011


Cuando Borges definió a la democracia como ‘un abuso de la estadística’, tal vez no sabía hasta qué punto estaba marcando a fuego el lugar hacia el que se deslizaba el sistema, convertido en un letrero de neón clavado encima del escaparate de Occidente. Pero Borges le temía a la democracia con el mismo sentido elitista con que, mucho tiempo antes, nos prevenía contra ella Alexis de Tocqueville, quien cantaba a las virtudes de los pueblos gobernando, al tiempo que exhibía, con la misma sinceridad, su preocupación ante la probable avalancha de mediocridad, grosería, ruido, escándalo, incluso de torpeza por falta de experiencia en el manejo del poder. Ambos protestaban desde el mismo ángulo pero el francés reconocía la bondad esencial de ese proceso de ascenso popular, además de considerarlo inevitable.

Lo que ni uno ni otro podían prever era la gradual perversión de la democracia: ese lento proceso de manipulación mediante el cual los pueblos han ido dejando de ser soberanos. El sencillo mecanismo de elección de los gobernantes se convierte en un artefacto para impedir todo cambio, en manos de unos partidos que se insultan, gesticulan aparentando grandes controversias y se turnan en los cargos sin dejar nunca de obedecer al auténtico poder, el que está –dicho en sentido literal- detrás del trono. Javier Batanero, actuando el otro día con el compañero y amigo Ángel Idígoras, le advertía al público que en realidad no estaban improvisando sino que seguían un guión. Tal vez fuera así, pero lo tomamos como una broma: imaginamos que ellos se ponen a charlar un rato antes, aconsejándose chistes mutuamente; haya o no guión , los dos son capaces de escaparse de él. Los políticos no pueden: sería el fin de su carrera.

¿Y cuál es el poder detrás del trono? No hay mucho misterio porque al verdadero poder lo hemos visto actuar desembozadamente al comenzar la crisis y lo vemos ahora desafiar y provocar al respetable público con sus balances, sus ‘bonus’ para los gerentes y sus despidos masivos para los trabajadores. Nadie disimula ya: para qué vamos a buscar explicaciones conspirativas. El poder está en las multinacionales, los bancos y el capital especulador… y en la casta política, al servicio de aquellos poderes pero participando de ellos, como lo hacen igualmente los trust que dominan los grandes medios de comunicación.

Hay otra realidad que está empezando a hacerse ver: en todos lados las webs, los blogs y lo propios cibernautas organizados en red se mueven en su propio mundo, dándose unos a otros noticias sobre ese ‘otro’ mundo, el que domina el poder planetario. Pero el mundo del poder y sus estructuras (sus seudo democracias, sus ‘partitocracias’, sus grandes cadenas de televisión…) casi no nos da noticias del otro: prefiere ignorarlo, considerarlo como una moda pasajera. Y cuando este otro mundo, casi siempre subterráneo, estalla y emerge –como ocurre en muchos países árabes- se entregan un par de ‘piezas’ al pueblo enfurecido y se ponen a punto todos los mecanismos de control para monitorear una vuelta a la ‘normalidad’.

En España el mundo subterráneo pugna por dejarse ver el próximo 15 de mayo. Una cantidad de organizaciones populares, casi todas nacidas al amparo de la red, han convocado a la gente a ‘tomar la calle’. Son una profusa mezcla de ideologías y creencias porque la cita nace más que nada de una amplitud de protestas de todo tipo (desde el paro y las hipotecas hasta la corrupción y el poder de los bancos) asociadas entre sí por una desconfianza ampliamente compartida hacia los partidos y los sindicatos.

Así, pues, el 15 de mayo será interesante ver si este mundo subterráneo se va a hacer notar tanto como para que el otro, el mundo del poder, les eche aunque sea una mirada despectiva. En cualquier caso el poder volverá a ignorar al día siguiente todo lo que se mueve fuera de su guión. Habrá que ver si la movida del día 15 tiene algún efecto de rebote sobre la del día 22… ¿se acuerdan? Es uno de esos días señalados como para el cambio de guardia: cuando un partido da un pasito atrás y otro ocupa su lugar.

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